Preparados para el cambio:

de Primaria a ESO

Una vez concluida la Educación Primaria, los alumnos se enfrentan a un nuevo cambio, la ESO, una etapa educativa de cuatro cursos que se desarrolla entre los 12 y los 16 años y coincide con la pubertad y el comienzo de la adolescencia. Su finalidad es que los estudiantes adquieran los elementos básicos de la cultura, desarrollen y consoliden hábitos de estudio y de trabajo, se preparen para su incorporación a estudios posteriores o para su inserción laboral.

Pero aunque en un principio esta transición pueda parecer fácil, en la práctica no suele ser tranquila. Y es que exige al estudiante una serie de cambios o reajustes en horarios, normas, nivel de exigencia y dificultad, mayor peso del trabajo en casa, nueva manera de evaluar y metodologías menos participativas. Sin olvidar que muchos pasan al instituto, con espacios, compañeros y profesores nuevos.

Y a este nuevo reto de etapa habrá que unir los numerosos cambios que conlleva la pubertad y la adolescencia, no sólo cognitivos, sino físicos y psicológicos. Su cuerpo se convertirá en el centro de atención, por lo que se mostrará más preocupado por su imagen, más influenciable por su grupo de amigos, inseguro y tal vez experimente conductas de riesgo y roles de adulto (tabaco, alcohol, transgresión de normas...)

Todos estos cambios no son puntuales, sino que durarán en el tiempo y, sin duda, pueden afectar al rendimiento académico, sobre todo entre aquellos estudiantes que viven esta situación como una ruptura y muestran inquietud, ansiedad y nerviosismo.

Por esta razón, es muy importante la ayuda y el apoyo tanto de los padres como de los profesores. De hecho, durante el primer trimestre de curso el profesor realiza una labor paralela a la académica para detectar problemas y confirmar o no la adaptación del alumno. Por su parte, los padres verán cómo cambia la relación en casa: los hijos exigen más autonomía, se enfrentan a la autoridad, son menos cariñosos… Estas diferencias son normales, pero hay que tener cuidado en no caer en la incomunicación y el autoritarismo.

Entonces, ¿cómo pueden ayudar los padres en este cambio de etapa?:

  • Acompañando emocionalmente a sus hijos, es decir, escuchándoles, siendo flexibles, evitando actitudes defensivas o agresivas, dándoles confianza y seguridad y transmitiéndoles cariño.
  • Participando en la vida de los centros y manteniendo una comunicación fluida con el tutor y profesores.
  • Cambiando la actitud. La conducta de los padres también es importante, especialmente cuando sus hijos viven una etapa tan compleja como la adolescencia. Por eso, deben aparcar sus problemas cuando estén con ellos y empezar el día con una sonrisa. 
  • Favoreciendo una buena alimentación (especialmente el desayuno) y un buen descanso. De hecho, en la adolescencia la duración del sueño vuelve a virar hacia el cronotipo "búho", responsable de que la activación cognitiva se retrase por la mañana.
  • Fomentando el ejercicio, ya que es fundamental no sólo para la salud física sino también para el cerebro.
  • Vigilando el uso del móvil y el ordenador y el acceso a Internet.
  • Ofreciendo apoyo organizativo con los deberes para que aprendan a planificar sus tareas. De nada sirve estudiar el día de antes; hay que realizar un trabajo diario, intentando recordar lo que se ha explicado en clase, repasándolo luego con el libro o los apuntes, contándolo, resumiéndolo o haciendo un esquema (cada uno elige la técnica de estudio que prefiera), y haciendo los deberes.